Hay sitios que merecen la pena ser visitados por el interés que suscita la comida, otros por los precios de la comida en relación a cierta calidad gastronómica, otros por la elaboración personal de combinados espiritosos, otros por el cuidado con el que sirven los alcoholes (rones, ginebras, whiskys, brandys, vodkas y tequilas), otros por la decoración del mismo local, y otros por el trato de los gestores -propietarios y personal- hacia la clientela. Pues bien, La Montiel es el sitio al que puede ir uno por todas y cada una de las razones apuntadas. Pero que nadie se llame a engaños: la personalidad de La Montiel es tan potente que sólo gustará a quienes no gusten de cosas vulgares, y a quienes no les importe cenar con una iluminación que apenas deja ver los platos.
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